La epidemia del coronavirus COVID-19 se ha convertido en una amenaza global que no debería dejarnos indiferentes ni sorprendernos desprotegidos.
Hace unos días, al cruzarme en los pasillos de la Facultad con un colega, me saludó diciendo: “¡todo lo que estamos aprendiendo del coronavirus!” y, claro, me quedé pensando y me puse a escribir.
¿Qué estamos aprendiendo de esta crisis, qué pautas de comportamiento tendremos que cambiar y cómo podría ayudarnos a recalibrar nuestras prioridades?
Como siempre, me sale un decálogo. Pero les animo a completarlo con sus propios aprendizajes, porque esto recién comienza.
La importancia de la información fiable
Para tomar decisiones correctas, además de tiempo para meditar, hace falta disponer de información fiable. La incertidumbre que genera una crisis debe activar (no debilitar) la exigencia de filtrar con más cuidado las fuentes de información que utilizamos. Sigan en las redes sociales las cuentas de la OMS y de su ministerio nacional de salud.
El peligro letal de los rumores
La ansiedad que provocan las incertidumbres, también es contagiosa (se propaga mediante los rumores) y genera conductas de pánico que solo agravan la crisis inicial. El uso indiscriminado de mascarillas, por ejemplo, provoca un desabastecimiento que afecta al personal sanitario que realmente las necesita.
La otra cara de la globalización
En la primera semana de marzo de 2020, ya se habían registrado casos de coronavirus en 85 países. La epidemia no conoce fronteras ni razas y no distingue entre países ricos y pobres. La “aldea global” que McLuhan atribuyó a los medios electrónicos anticipando el efecto de internet, vuelve a ponerse de manifiesto en esta crisis. Un mundo hiperconectado (medios de transporte internacional) es también un mundo más vulnerable.
La fragilidad de nuestros planes
Hay que empezar a asumir que algunas de nuestras previsiones y rutinas se verán afectadas. Las planes de viajes profesionales y vacaciones (que a veces cerramos con un año de antelación) pueden convertirse en cualquier momento en papel mojado. Poder ir a diario a la escuela o al trabajo debería convertirse en una alegría renovada. No hay lugar para la pereza en medio de la incertidumbre.
La vigencia de los consejos maternos
Lavarse las manos correctamente y a menudo, dejar de tocarse la cara (ojos, nariz y boca) y toser o estornudar sobre un pañuelo descartable o cubriéndose con el codo, son prácticas de higiene básicas que no deberíamos haber descuidado tanto. Ahora, que proliferan los tutoriales sobre cómo lavarse las manos, tendríamos que reconocer que, en esto también, mamá tenía razón.
La paradoja de prevenir los desastres en curso
“Por primera vez en la historia estamos viviendo una epidemia a tiempo real” dice unexperto, a propósito de la omnipresente información sobre el coronavirus. Mientras tanto, el foco de la lucha en los países que están en fase de contención es la prevención de la enfermedad. Y, más allá de la paradoja, está la contradicción: el director de la OMS ha tenido que advertir que hay algunos países que no se lo están tomando suficientemente en serio.
La necesidad de prepararse para lo peor
La campaña de la OMS ante esta crisis destaca la importancia de mantenerse informado, estar preparado, ser inteligente, mantenerse a salvo y estar listo para enfrentarse al virus:
Be INFORMED
Be PREPARED
Be SMART
Be SAFE
Be READY to fight #COVID 19
Tener esperanza en la respuesta sanitaria y científica ante la crisis no excluye la necesidad de prepararnos (también psicológicamente) ante escenarios más dramáticos. No hacerlo, con la información que cada día está disponible, sería imprudente.
La importancia de retomar las tareas pendientes
Todos tenemos siempre conversaciones, lecturas, cafés y comidas pendientes. Es una lástima (todavía no una tragedia) que haya tenido que llegar un virus para que lo recordemos.
La justa medida de las tribulaciones cotidianas
Uno de los efectos más contundentes de las crisis graves es que nos ayudan a recalibrar la prioridades vitales. Así, las tribulaciones que ayer parecían enormes, hoy nos resultan ridículas.
Las emergencias nos obligan a revisar el valor que le damos a todo, incluyendo las pequeñas cosas. Los cortes de luz prolongados, por ejemplo, ponen en valor las velas. Robinson prefirió rescatar del naufragio un tenedor frente a unas monedas de oro.
La esperanza de que esta crisis pasará
Finalmente, aunque a un costo terrible, esta crisis pasará. Luego llegarán otras (ya hay mutaciones del virus), pero es de esperar que nos encuentren mejor preparados.
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José Luis Orihuela es profesor en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra (Pamplona, España). Email: jlori@unav.es – Blog: ecuaderno.com – Twitter: @jlori – Medium: medium.com/@jlori