Influencias negativas presionan a los adolescentes con base en tres necesidades básicas: ser aceptado, ser valorado y ser independiente, y cómo hacerles frente. |
Por Juan Francisco Vélez y María Luisa Estrada de V.
Fundadores de Protege tu corazón
Por estos días en que los jóvenes del mundo han sido noticia por disturbios o por delincuencia nos viene a la memoria la película titulada “Una historia del Bronx” (1993). Calogero, el personaje principal, un chico del Bronx, hijo de un conductor de autobuses sencillo y honrado, vive situaciones típicas de cualquier adolescente. Su papá no logra aislarlo totalmente del entorno, y tiene amigos que le influyen negativamente.
Cierto día estos amigos lo acorralan para que los acompañe a pelear contra una pandilla a la cual pertenece el hermano de su novia. Presionado y con miedo sube al coche pensando: si me bajo, dirán que soy un gallina y si me voy con ellos me meteré en problemas…
Mientras Calogero se enfrenta al dilema, aparece un vecino que lo trata como a un hijo y les exige dejar bajar a Calogero. Ocurre un incendio y el chico se salva de la situación gracias a la intervención de este amigo.
CAUSAS
Esta trama confirma que en todas las épocas los jóvenes han sido presionados e influenciados positiva o negativamente. Solo que los problemas a los que se enfrentan hoy y los factores que los presionan muchas veces son desconocidos para los padres, y el comportamiento de sus hijos adolescentes les resulta alarmante. Sin embargo, la raíz del problema sigue siendo idéntica. Se trata de carencias típicas del adolescente.
Se trata de las características del ser humano en cuanto a tres necesidades básicas: ser aceptado, ser valorado y ser independiente. Durante la adolescencia se tornan cruciales porque estas necesidades a veces coinciden con los sentimientos de inseguridad, el deseo de no diferenciarse de los demás, la fuerte atracción por el riesgo, el no prever las consecuencias de sus actos, no saber qué quiere, el rechazo a la autoridad, la falta de empatía y el aburrimiento. Esto los hace más vulnerables a las presiones.
“Creo que lo que está ocurriendo es que hay muchos jóvenes desocupados, por lo que no es tanto su descontento por su situación, sino que no tienen nada más qué hacer”. Comentario de Paul Bagguley, sociólogo de la Universidad de Leeds, Inglaterra, a raíz de los recientes disturbios juveniles en Inglaterra.
PRESIONES NEGATIVAS
Las presiones positivas son las que promueven valores y metas y son ejercidas por los padres, los profesores, los entrenadores deportivos, algún pariente, etc. Acogerlas y ponerlas en práctica es lo adecuado.
Pero aquí nos vamos a ocupar de las negativas. O sea aquellas ejercidas por un grupo o un individuo que amenazan los valores y ponen en peligro el logro de las metas. Pueden ser ejercidas por un grupo de amigos o compañeros que hoy en día no son solo los del colegio sino los que se contactan a través de las redes sociales y que los papás ni siquiera conocen. Un estudio del Centro Nacional sobre Adicciones y Abuso de Sustancias (CASA, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Columbia demostró que los jóvenes más inmersos en las redes sociales presentaban cinco veces más posibilidades de fumar, tres veces más propensión a beber alcohol y son dos veces más susceptibles a consumir marihuana que los que no destinan nada de su tiempo a visitar sitios como Twitter y Facebook. Además, observó que la mitad de los adolescentes estuvieron expuestos a imágenes de drogas, alcohol y vicio en redes sociales a los 13 años o menos. Y lo más preocupante para los autores, es que el 90% de los padres encuestados dijo no creer que esto influya decisivamente en sus hijos.
Otras fuentes de presión negativa puede ser la moda, el cine, la televisión, las revistas, los videos musicales, los artistas y cantantes. Muchos medios recurren a la sensualidad y a lo grotesco con el fin de ganar audiencias. Abundan series de televisión y videos cuyos contenidos promueven el consumo de alcohol, las drogas, el sexo casual, los comportamientos sexuales desviados, etc. Según un estudio realizado por pediatras de la Universidad de Iowa, la música popular puede provocar violencia entre los niños y los jóvenes. Los investigadores comprobaron que se vuelven más agresivos a medida que escuchan canciones de rock duro y de rap y afirmaron que la letra de las canciones violentas incrementa los pensamientos y sentimientos agresivos. De acuerdo con otro estudio llevado a cabo entre más de quinientas chicas, “cuanto más tiempo pasan las adolescentes contemplando escenas de sexo y violencia que presentan los videoclips de rap gangsta, más peligro corren de imitar tales prácticas en la vida real”. Este mismo estudio reveló que las que pasaban mucho tiempo viendo estos videoclips eran más proclives a golpear a un profesor, a ser arrestadas y a tener múltiples parejas sexuales.
El objetivo no es impedir que los adolescentes se enfrenten al mundo de fuera…sino que aprendan a moverse dentro de el.
Vemos claro que son muchos los riesgos que enfrentan los adolescentes debido a las fuertes presiones: exploración con drogas y alcohol, deserción escolar, exploración de la sexualidad de forma inadecuada, pérdida de tiempo, modas, consumismo, exposición a la pornografía, conductas desviadas. ¿Cómo protegerlos? ¿los encerramos en una urna de cristal o hay alguna forma de blindaje contra la presión?
BLINDAJE CONTRA LA PRESIÓN
Afortunadamente muchos jóvenes tienen metas claras, sueñan con una beca, con destacarse en un deporte, tocan algún instrumento, están comprometidos en una labor social, etc. Otros en cambio van por la vida sin rumbo. Cuando les preguntas qué les gusta hacer responden: “estar en Face, comprar, dormir…” No es que dormir, comprar o Facebook sean malos, pero denotan falta de objetivos y pérdida de tiempo.
Para resistir las presiones negativas son fundamentales cuatro blindajes. El primero tener valores asumidos, el segundo tener metas claras, el tercero elegir amigos que estén de acuerdo con esos valores y metas y el cuarto aprender a decir no.
Esos cuatro blindajes se le pueden proponer al adolescente, tanto por parte de los padres, como de sus maestros. Aquí algunas ideas:
1. Defender los valores con firmeza. Cuando un adolescente ha asumido el estudio como prioridad, por ejemplo ante la presión de escaparse de clase o gastar demasiado tiempo en internet, sabrá defender lo que más le importa. No basta saber en teoría cuáles son los valores, sino asumirlos como algo propio. Y para que sean propios hay que luchar por ellos aunque a veces implique enfrentarse a sus amigos.
Lema: ¡No devalues tus valores!
2.Enfocarse en las metas. Un pequeño error puede cambiar la vida entera, por eso conviene tener presentes las consecuencias del alcohol, la droga, la falta de límites en un noviazgo, el mal uso de la tecnología, para no alejarse de las metas. Si un adolescente se propone sacar un buen promedio, practicar un deporte y competir; amar de verdad buscando el bien de las personas, hacer parte de un voluntariado, cultivar aficiones que lleven a utilizar mejor el tiempo libre, salir con amigos en plan sano y divertido, tendrá argumentos para defenderse ante la presión negativa.
Lema: Asegura tus sueños
3.Elegir bien los amigos. Juntarse con quienes tengan afinidad con los valores y las metas. Esto facilitará no solo resistir presiones negativas, sino que ofrecerá oportunidad de recibir presiones positivas. Aquellos que se dicen amigos pero amenazan, hacen sentir culpable a otro porque no hace lo que ellos quieren o se burlan, no son una buena compañía. Además es posible que desaparezcan pronto y no vale la pena arriesgar el futuro por ellos. A Calogero, personaje de la película, lo salvo un amigo. De no ser por él hubiera muerto junto a sus compañeros al atacar con fuego una tienda del Bronx.
Lema: Los buenos amigos son tu mejor apoyo.
4. Aprender a decir no: Ser asertivo a la hora de negarse a una presión, con las palabras y con los gestos es una habilidad que se aprende. Imaginar situaciones difíciles y planear lo que se diría o haría en ese momento.
Lema: ¡Un NO de hoy es un SÍ a tu futuro!
Artículo publicado en la Revista Vanguardia Educativa, Año II, Número 6, Noviembre de 2011