Eran las nueve de la noche. Volvía a mi casa. De pronto, se me ocurrió pensar. ¿Y si ibas en alguno de esos autos que iban por la calle? Me invadió la frustración. No tenía manera de saberlo. Me quedé muy pensativa. ¿Y si ya te conozco? ¿Y si vives lejos? ¿Estás aquí cerca? ¿Cuántas veces pude haber pasado al lado del amor de mi vida sin darme cuenta, sin que ello cambiara mi rutina en lo más mínimo, sin que me hiciera una persona distinta? NO PUEDO SABERLO. Sólo puedo seguir viviendo como si nada y esperar que algún día no pasarás de largo, que algún día nuestras miradas se cruzarán y nuestros corazones se encontrarán. ¿O tal vez no será así? Es posible que en mi niñez o durante mi adolescencia te haya conocido. ¿Y si nos presentaron, nos saludamos y seguimos cada uno por nuestro camino? ¿O tal vez sí nos conectamos y ahora somos totalmente comunes para el otro, sólo que no sabemos lo especiales que seremos algún día? Algún día. Algún día tendré las respuestas.
En este instante, frente a la pantalla del computador me pregunto qué estarás haciendo. ¿Pensarás en mí como yo pienso en ti? ¿O ni siquiera se te ha ocurrido que yo pueda estar preguntándome estas cosas? Espero que estés bien. Puede que estés cerca, en esta misma ciudad, jugando fútbol con tus amigos, anotando un gol. O puede que estés dormido después de la borrachera de ayer y sin acordarte de nada. Espero que no. De pronto, estás pasando tiempo con tu familia o estás estudiando para el examen de la próxima semana. Puede que estés trabajando. Incluso puede que, donde estés, sea una hora distinta a la mía. ¿Y si estás triste pasando por alguna dificultad? ¡Cómo me gustaría que me sintieras pensando en ti! ¡Cómo quisiera conocerte desde ya para amarte como a nadie!
Sin embargo, ahora que lo pienso bien, ya puedo amarte. Eres una de las razones por las que me levanto cada día a estudiar y por las que hago ejercicio. Es también por ti que voy a misa los domingos y rezo para que tu novia te cuide, respete y ayude a convertirte en la persona que espero. Por mi parte, yo tendré buenos noviazgos cuidando a mi pareja porque también por él alguien espera. Por ti ahorro en vez de gastarme el dinero en bobadas, por ti me esfuerzo, por ti me cuido y me respeto. Porque tengo que hacerme merecedora de ti. Tengo que ser la mujer que quieres, la futura esposa que tu madre se sueña, la mejor mamá para tus hijos. Lo hago porque espero y sé que tú estás haciendo lo mismo, que también estás construyendo con esfuerzo y dedicación, con todo el amor del mundo, a esa persona con la que quiero envejecer.
Ya no siento frustración. Ahora sé que desde este momento puedo amarte y conocerte. Desde ya quiero guardarme para ti, para así darte lo mejor de mí. Porque merecemos lo mejor que nos podamos dar. Porque nuestro amor y nuestros hijos valen la pena y no pueden improvisarse. Por eso, desde ya te soy fiel y construyo un buen camino hacia Nosotros. A pesar de mis defectos incorregibles me vas a querer y yo igual. No será fácil, vamos a tener que esforzarnos y llegarán momentos en los que querré nunca haberte conocido. Pero, al fin y al cabo, exploraremos juntos el verdadero significado de la felicidad. Al fin y al cabo, valdrá la pena cuando te vea brillar en los ojos de nuestros hijos.
¿Y si te demoras en llegar? No importa. Esperaré con paciencia. Porque esta espera no es una espera de desesperación, es el comienzo de esa felicidad nuestra. Porque sabemos que el verdadero amor es desde hoy. ¿Y si no llegas? Sé que la idea de ti me llevó a tomar las decisiones correctas y que este sueño es lo que me hace verdaderamente feliz. Porque no esperarte sería regalarme al mundo, rendirme ante el materialismo y el desamor, ser un objeto más sin sueños ni esperanza. Y esperarte es vivir por mí, darme lo mejor que me merezco sin conformarme ni con un poco menos que eso, es aprender el hábito que es el secreto de la felicidad: el hábito de valorar, de respetar. ¿A quién? A ti, a los demás, a mí.
No sé si estás lejos o cerca, si eres alto o bajito, si te gustan los mariscos o prefieres la carne. Ni siquiera sé cuántos hijos quieres, si quieres viajar o en qué medida compartes mis convicciones. No sé si te conozco o si te conocí; tampoco cuándo te conoceré. Sólo sé que te quiero amar de la forma más perfecta posible. Quiero, ese día en el que sepa que eres tú el hombre al que dirijo esta carta, poder entregártelo todo sin excusas, sin haber dejado nada en el camino, sin regalos a medias. Y, así como yo espero por ti, quisiera que tú esperaras por mí.
*Estudiante de derecho, tutora de Protege tu Corazón en Colombia