Por Juan Francisco Vélez y María Luisa de Vélez
Hace unos meses, una alumna de 13 años respondió lo siguiente en una encuesta anónima de su colegio: «Cuando quiero saber algo de sexualidad busco en TikTok porque en mi casa no me hablan del tema
y en el colegio solo nos explicaron los cambios físicos cuando estábamos en 4º”.
Este testimonio refleja la realidad de muchos adolescentes de hoy que recurren
a fuentes que no son confiables en un tema decisivo para sus vidas.
Cuando se habla de formar líderes sociales, se piensa en figuras que inspiren, que marquen caminos y asuman la responsabilidad de interpretar el presente para construir el futuro. Pero muchas veces no se menciona la educación sexual como un eje central de dicho liderazgo y sin embargo lo es. ¿Lo habías pensado? En cualquier colegio se forman las nuevas generaciones y este tema no puede ser accesorio, es parte esencial de su misión educativa. Veamos porqué.
1. Porque forma ciudadanos capaces de tomar decisiones libres y responsables
Un líder social no es solo quien ocupa un cargo público, lo es también el padre o la madre de familia, el educador, el joven o el profesional que influye en su comunidad.
La educación sexual de calidad no se limita a dar datos biológicos, prepara a las personas desde la infancia hasta la adultez para tomar decisiones acertadas sobre su cuerpo, su afectividad y sus relaciones. Por ejemplo, un alumno de secundaria nos compartió: “tuve un amigo que me insultaba por las redes y no sabía cómo decirle que no lo hiciera más. Pero lo comenté con mi profesor y ví que podía poner límites sin ponerme a pelear”.
En el ámbito escolar, esto se traduce en alumnos capaces de entender el valor de sí mismos y de los demás para respetarse mutuamente, algo esencial que impacta directamente en la construcción de una sociedad con personas asertivas y responsables.
2. Porque previene riesgos y protege la dignidad
Cuando existen vacíos en la educación sexual, los niños y adolescentes suelen recurrir a fuentes poco confiables como vimos en la anécdota inicial. Instagram, TikTok, Netflix, Discord, Roblox y otras plataformas se convierten en las únicas fuentes de información. Todo vacío tiende a llenarse, muchas veces con mensajes que ponen en riesgo su desarrollo y dignidad.
Las cifras son elocuentes:
- Edad promedio de la primera exposición a la pornografía: 11 años.
- En América Latina, 1 de cada 5 adolescentes ha recibido propuestas sexuales por internet.
- El embarazo adolescente sigue siendo una de las principales causas de deserción escolar.
Dar a los jóvenes herramientas claras y realistas es un acto de protección y justicia social. Un liderazgo auténtico no se queda en el discurso.
Como nos compartió un padre: “Pensé que mi hijo era demasiado pequeño para hablarle de esto. Pero cuando le dimos información confiable en casa y en la escuela, entendió mejor cómo respetar su cuerpo y hacerlo respetar”.
3. Porque promueve valores clave en el trato con los demás
Una educación sexual bien orientada reconoce que todos somos valiosos y que las relaciones humanas deben basarse en la justicia, el respeto y la consideración. En el ámbito escolar, esto significa generar ambientes seguros donde no haya cabida para el acoso, el rechazo o la violencia para que cada alumno pueda desarrollarse plenamente.
Una alumna comentaba: “Ahora entiendo que decir no es un derecho y no tengo que sentir culpa”.
Así la escuela se convierte en un espacio donde los estudiantes aprenden a convivir con responsabilidad, comprensión y cortesía.
4. Porque proyecta futuro
La educación sexual no es un tema “privado”, tiene consecuencias sociales. Los jóvenes con criterios sólidos serán adultos capaces de construir familias sanas, ambientes laborales respetuosos y comunidades resilientes. Apostar por una educación sexual integral – con valores y responsabilidad – es una de las inversiones sociales más inteligentes que puede ofrecer un colegio.
Conclusión
Hablar de educación sexual es hablar de liderazgo social. Quien se compromete con una formación clara, respetuosa y humana en este campo no solo educa, también transforma comunidades y siembra futuro.
La escuela -como centro de liderazgo- está llamada a abrir estos espacios de formación. No es un reto opcional: es parte esencial de su misión de formar personas íntegras.