EL NOVIAZGO ES EL MOMENTO
Un noviazgo es un laboratorio. Es una relación temporal. Tiene un final: o se casan, o terminan. Ese hecho define muchas situaciones, lo cambia todo. Es además semiabierta: nos debemos fidelidad, pero podemos mirar ahí afuera y tenemos derecho a evaluar y pensar que puede haber algo mejor o simplemente distinto, para “estar con”.
Sabemos que un noviazgo es para pasarla bien, para querernos mucho, estar enamorados, conocernos, hacer cosas juntos y ayudarnos a crecer. Para dar y recibir apoyo, amar y ser amado (dentro de los límites que esta condición exige, porque esa palabra “amor” a veces queda grande…).
Hay cantidades de parejas que están juntos simplemente por pasarla bien. Si les preguntas “¿Te casarías con él o ella?” responden: ¡No, ni pensarlo! Entonces, ¿por qué están de novios? Porque me gusta, porque la pasamos muy bien juntos, nos divertimos…
Está bien. Esto es válido, aunque claramente depende de la edad, de la conciencia que tengan los dos de la situación, del tiempo que lleven juntos. Porque, ¿Hasta cuando vas a estar así, con alguien que es y que no es? ¿Qué va a pasar después? ¿Cómo sabes que mañana serás capaz de parar y decir “suficiente, terminemos, ya estoy en edad de buscar algo serio”? O, tal vez peor, que te diga: “¿Sabes qué? Ya no te quiero, fue una relación bonita, gracias por todo lo que me diste, por estos años de entrega, pasé rico contigo, te deseo lo mejor…”. ¿Cómo sabes en qué estado quedará tu corazón? ¿Te arriesgas a estar en una situación incierta sólo por pasar rico ahora?
Es importante conocer gente, tener amigos y amigas. Mirar qué tipo de personas te gustan y con quién cuadrarías mejor y serías feliz. Y, al tener un noviazgo, es importante que exista una base de probabilidades altas de buen funcionamiento. De un futuro juntos. Aunque todavía no estés pensando en eso para ti, uno nunca sabe… y, como es un laboratorio, mirar, mirar siempre con atención, intuitiva y racionalmente, con el cerebro y con el corazón, pero más con el primero.
¿MIRAR QUÉ?
Voy a darte una lista de asuntos que debes observar con sumo cuidado:
¿Qué tal es su estado de ánimo?
¿Tiene sentido del humor?
¿Considera tu situación en cada momento o solo piensa en sus intereses?
¿Le importa tu familia? ¿O huye ante cualquier reunión?
¿Cómo trata a su madre? ¿Y a su padre?
¿Sabe sentarse a hablar tranquilamente sobre cualquier tema?
¿Cómo trata a sus hermanos?
¿De qué habla? ¿Todo muy profundo y trascendental, o sólo cosas “ligth”?
¿Es egoísta?
¿Gasta el dinero sin cuidado?
¿Es superficial?
¿Qué tal responde a situaciones de estrés?
¿Cómo actúa bajo presión? En exámenes, en el trabajo, en situaciones difíciles…
¿Es machista/feminista?
¿Respeta las creencias, valores y gustos de los demás?
¿Se burla de los defectos o deficiencias de otros?
¿Es irreverente?
¿Es constante con lo que empieza?
¿Cuida las cosas?
¿Existe un orden razonable en su vida?
¿Cómo maneja el licor?
¿Qué hace en su tiempo libre?
¿Es responsable?
¿“Te da la talla”?
¿Es interesante?
¿Te sientes inferior?
Cada uno de estos aspectos se debe chequear cuidadosamente. Tengas quince o veinticinco años. Seas hombre o mujer. Y se debe evaluar con sinceridad y honestidad. Sin autoengaños.
¿Y ES POSIBLE DARSE CUENTA?
Sí y no. No es posible medir todo esto como se miden con aparatos, los niveles de un carro al llevarlo al taller. Los seres humanos no somos máquinas, de hecho, somos un misterio. Nunca dejamos de crecer, siempre cambiantes, pero siempre con una base igual. Por esto último, lo que descubras, asúmelo tal cual. Sin pensar que ese detalle ya lo cambiará con el tiempo. Maduramos, sí. Pero el temperamento es para toda la vida.
MIRAR POR LA VENTANA
Cuando tienes la posibilidad de vivir en una casa, aunque sea una posibilidad más o menos remota, te dan ganas de mirar adentro, de conocerla. Y si te dicen que de pronto es para vivir ahí para toda tu vida, todavía más… ¿Quisieras darle una miradita, no?
Teniendo claro que aún no vas a vivir en esa casa, es muy importante que mires por las ventanas. Que no lo hagas sólo de lejos, sino que te acerques, abras la puerta y entres. ¿Qué tal la decoración? ¿El gusto, los objetos que ves, el orden y la limpieza? ¿Vivirías allí cómodamente? ¡No sólo eso! ¿Sino feliz?
Eso mismo se puede hacer en un noviazgo: conocer su familia, observar cómo se tratan, cómo son, si se ve unión, cariño, orden, fraternidad.
Mirar sus reacciones, cómo se comporta cuando está en exámenes y cuando algo le sale mal. Cuando hay problemas. Y todo lo que ya hemos dicho.
No se te ocurra vendarte los ojos para estar en una posición cómoda. A veces, no hay nada que se sienta mejor que ignorar y el cerebro tiene una capacidad de autoengaño increíble. Una persona puede pasarse un noviazgo de años haciéndose creer a sí mismo algo que es cómodo por alguna razón. Así sea mentira y peor aún, así le haga daño. ¡Increíble pero cierto!
No dejes de acercarte para “mirar por la ventana” esa interioridad, esos detalles que se escapan a simple vista, aquello que pide una segunda mirada para ser percibido. No dejes de evaluar las actitudes y los hechos, las reacciones y las omisiones. ¡No te niegues ese derecho que es un deber contigo mismo!