SER MUJER Y SER VARÓN: ¿QUÉ SIGNIFICA?
Todas las veces que he estado embarazada (de momento tres), siempre iba por la calle preparada para contestar de manera casi automática a las mismas preguntas: ¿Cuándo va a nacer? ¿Es el primero? ¿Niño o niña?
La primera cosa que los padres conocen sobre quien es su propio hijo-a es precisamente eso: si es o o a, tanto si quieren conocer el sexo del propio bebé antes de nacer como si prefieren saberlo después de su nacimiento.
La pregunta sobre lo que distingue la masculinidad de la feminidad ha despertado siempre un gran interés. Sin duda, durante los siglos, la respuesta a tal pregunta ha sido influenciada por varias circunstancias entre las cuales los factores culturales y sociales juegan un papel importante. El ser humano es complejo y contribuyen a la formación de su propia identidad factores biológicos y culturales. Es imposible trazar unos confines definidos entre lo que aporta la cultura y lo que aporta la naturaleza a la persona ya que entre ellas existe una recíproca y continua relación. Justamente por ese motivo, quizás nunca será posible determinar con exactitud científica lo que es ‘típicamente femenino’ de lo que es ‘típicamente masculino’.
A pesar de eso hay un hecho indudable: varón y mujer son distintos. Tal distinción se hace patente en las diferencias físicas que afectan al varón y a la mujer en el modo de experimentar el mundo, desempeñar tareas, sentir, planear, reaccionar.
Si bien los avances en el campo científico y biológico permiten cada vez más distinguir lo propio de cada uno por el simple hecho de ser mujeres o varones , nuestras predisposiciones biológicas no excluyen que tengamos que aprender, interpretar y concretar como realizarlas y así estar capacitados hacia un amplio abanico de posibilidades. A la espera de que se descubra científicamente y con detalles lo que califica biológicamente un varón o una mujer afectando su modo de ser, de percibir, de desear, de pensar, de querer y de elegir, se sospecha que varones y mujeres están constituidos de tal manera que pueden llegar a casi todos los mismos logros humanos de manera distinta y original. Todo ello teniendo en cuenta las influencias del propio ser diferentes por el sexo, el propio ser personal y el contexto social.
La cuestión sobre el significado de la feminidad y la masculinidad afecta directamente al ser padre y madre introduciendo otra pregunta:
SER PADRE Y SER MADRE: ¿CUÁLES DIFERENCIAS?
Durante mucho tiempo se han valorado la paternidad y la maternidad bajo dos polos: el normativo, la exterioridad –que corresponde al varón– y el afectivo, la interioridad –más propio de la mujer–. Esta interpretación encaja con la organización familiar del pasado. Poco a poco el horizonte se está ampliando. Es posible que, por naturaleza y por influencia social, los varones seas más propensos a interesarse y dedicarse a la esfera exterior y normativa mientras que las mujeres tienden a los espacios íntimos y al cuidado de lo afectivo. Sin embargo estas orientaciones no excluyen que ambos puedan y sepan gestionar eficazmente los dos polos aunque de manera distinta.
Posiblemente las incapacidades de cada uno no se deben a que mujeres y varones no estén todavía habilitados para desenvolverse en los dos ámbitos clasificados y separados -como lo privado y lo público, lo interior y lo exterior- a causa de una mentalidad que todavía no ha cambiado del todo. De hecho, quizás los varones sufran un cierto analfabetismo emocional, no por ser asépticos a las emociones sino por no haber sido educados en reconocerlas y expresarlas. En cambio las mujeres “han preparado el camino para la expansión del área de la intimidad en su papel de revolucionarias emocionales de la modernidad. Ciertas disposiciones psicológicas han sido la condición y el resultado de este proceso, así como también lo han sido los cambios materiales que han permitido a las mujeres reclamar la igualdad ”. Por otro lado también se sigue considerando a la mujer como representante del polo afectivo, quizás no reconociendo la vertiente de la fuerza racional y de la normatividad que puede llegar a tener.
De todo ello se deriva como padres y madres están calificados para el ejercicio de una función educativa que va más allá de las atribuciones sociales y de los roles. Sus competencias educativas se apoyan en la capacidad personal y conjunta de saber actuar pedagógicamente, de acuerdo con las características bio-psicológicas, las contribuciones libres de cada uno, los intercambios comunicativos posibles entre los padres y con el hijo y el proyecto familiar elaborado.
Se pueden recibir algunos indicios sobre lo que aportan padre y madre a través de las investigaciones empíricas que analizan los efectos de la ausencia de uno de los dos comparándolos con los beneficios de la presencia de ambos. Pero estos datos sugieren también y sobretodo que una vida sin padre o sin madre es más complicada no tanto y no sólo por el hecho de no tener a un representante del otro sexo en cuanto otro, sino más bien por la importancia de ese otro distinto en relación con los demás miembros de la familia y del entorno social. En efecto, todas las aportaciones que proporcionan padre y madre no se pueden considerar aisladamente sino en una dinámica en la que los dos se compenetran tanto bajo el nivel de las propias diferencias biológicas como bajo el punto de vista de aportaciones personales que cada uno entrega según su ser y adaptándolas al otro.
Por otro lado las diferencias biológicas son importantísimas. El sólo hecho de que los padres sean mujer y varón, permite al hijo relacionarse por primera vez con la diferencia sexual ya que el entorno familiar es el primer ámbito de socialización y por eso el más importante. Los hijos, mediante este primer ejemplo, aprenden a relacionarse en el futuro con otras personas del mismo y de distinto sexo, sabiendo respetar tanto lo igual como lo diferente. De la complementariedad de los padres depende también la educación sentimental de los hijos ya que reciben desde muy pequeños una educación afectiva basada en la observación de sus padres y de las diferentes maneras en las que expresan sus propias emociones. Facilita además un primero y fundamental aprendizaje para la maternidad y paternidad mediante la observación del comportamiento de los padres .