Por: Alberto Vargas Perez ()
El corazón es capaz de adherirse a todo lo atractivo y bueno, pero también a lo menos bueno. |
Seguramente recordarás haber jugado de niño con Boligoma. Era divertidísimo tomar esa sustancia verde y pegajosa y aventarla por los aires, pasarla de una mano a otra y pegarla en la pared, en la mesa del comedor, en el salón de clases, en la silla del profesor, en la lámpara del techo, en la pelota de fútbol, en el pelo de tu hermana, en cualquier lugar. Sin embargo, todo por servir se acaba y esa Boligoma verde que en un inicio te pareció tan interesante y divertida al paso de unos días de pegarla y despegarla por doquier había perdido su encanto. Era triste aventarla de nuevo a la pared y ver como se sostenía tan sólo unos segundo y luego sin más caía al piso. ¿Qué sucedía? ¿Por qué la Boligoma no pegaba más? Lo que antes era de un verde brillante y llamativo se había transformado en un despreciable verde militar. La Boligoma estaba sucia, y tratar de limpiarla parecía imposible. Pues bien, el corazón de una persona desde cierta perspectiva es muy similar a una Boligoma. Nuestro corazón tiene una capacidad extraordinaria de adherirse a todo aquello que se nos presenta como atractivo. De hecho, esto es lo propio del corazón: amar. Sin embargo, a diferencia de la Boligoma, nuestro corazón por ser tan valioso está hecho para amar lo más bueno y bello que en la vida hay. Hoy por hoy, corremos el peligro de “engañar” al corazón haciéndole creer que no está hecho para un amor grande, limpio y bello –como será algún día el que tendremos a nuestra esposa y como el que hoy le tenemos a Dios, a nuestros padres y a nuestros amigos–, y en cambio le pedimos que se conforme con cualquier cosa de poca valía o inclusive venenosa para él –por ejemplo un carro, un iphone, las fiestas, la ropa de marca, la popularidad, amigos y amigas “light” e inclusive la pornografía, las drogas y la borrachera–. El corazón no es tonto, toma venganza y cuando por fin descubrimos que hay amores verdaderamente bellos y atractivos por los cuales vale la pena empeñar la vida nos da la espalda y no responde pues está tan apegado a sus “pequeños amores” que ya no tiene espacio para uno más. Como la Boligoma, podemos pegar el corazón en tantos falsos amores y perder así toda la capacidad de amar, y tristemente aquél amor –esa chava guapa y llena de virtudes– que por fin hemos conocido nos mira con desprecio como a una Boligoma sucia que ya no produce ningún interés. Es éste el mejor modo de vivir la pureza: desde la perspectiva del amor. De ahí la necesidad –muy positiva– de cuidar y reservar nuestro corazón y nuestro cuerpo para poder amar a una persona valiosa con todas nuestras fuerzas y nuestras capacidades. En este sentido un corazón limpio y puro será nuestro mejor regalo para la persona amada y podemos estar seguros de que no nos hará traición. Aunque no parece tarea fácil, si es muy atractiva y posible. Como bien dice el refrán: “el que quiere azul celeste que le cueste”. Efectivamente hoy en día no es fácil vivir la pureza, no es fácil conservar limpio nuestro corazón de Boligoma. Sin duda vamos contracorriente y podemos sentir el temor de parecer gente rara, de otro planeta y así perder la oportunidad de influir positivamente en el mundo. “Fray ejemplo es el mejor predicador”. Esta influencia la realizarás de un modo auténtico y verdaderamente eficaz con el ejemplo personal que des en tu ambiente a todos los que conviven contigo: en el colegio, en la casa, en las fiestas y reuniones, con los amigos y amigas, en la montaña, en el gym, en un juego de fútbol en una día de compras en el Mall, en todo momento. Y no te olvides que tienes un corazón de Boligoma y que si pega bien en lo bueno y bello de la vida no se soltará nunca, pues el mundo gira enamorado y tú… giras con él.
Adaptado por Protege tu corazón, Monterrey, Junio de 2008